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sábado, 13 de abril de 2013

Rosa María: la comparé, no lo niego

Quizás, como el padre Félix Varela, Oswaldo Payá Sardiñas fue, más que otra cosa,  un formador de líderes. Por lo que no es fortuito que el Movimiento Cristiano Liberación emprendiera la acción civilista más importante del último cuarto del siglo XX en Cuba, bajo la denominación de “Proyecto Varela”.
Independientemente de las más de 20 000 firmas acumuladas entre la población para solicitar un plebiscito, Payá Sardiñas supo articular un movimiento coherente que abarcó toda la nación y atrajo a la mayor parte de los líderes disidentes de ese momento.
Pero más importante fue la cátedra política y ética que ejerció sobre sus seguidores para darle a su ideario una raigambre que lo ha trascendido.
Desde la moralidad, la concordia, la confluencia de principios más que de tendencias y la vocación democrática, Paya Sardiñas eligió y educó a los continuadores de su pensamiento con el esmero del orfebre minucioso.
Rosa María Payá, Regis Iglesias, Antonio Díaz Sánchez, entre una larga lista de discípulos adelantados, forman hoy la columna vertebral del movimiento, sin apartarse un ápice del origen de la agrupación disidente.
Es la hora de los jóvenes y Oswaldo Payá Sardiñas los preparó de antemano y con su visión de adelantado para esta hora.
Quienes lideran hoy el Movimiento Cristiano Liberación, tanto dentro como fuera de la isla, no son unos advenedizos ni unos improvisados. Se fraguaron en el fragor del activismo junto al líder/maestro y son  hijos directos de un pensamiento armónico, una plataforma sensata y un accionar equilibrado que bebieron de la fuente primigenia. Son los herederos de un ansia de libertad y de derechos inculcada desde la nobleza, la limpieza y la sagacidad.
Fui a la conferencia de prensa que ayer viernes, 12 de abril, propiciara el Instituto de Estudios Cubanos y Cubanoamericanos de la Universidad de Miami para que Rosa María Payá le hablara a esta parte de la nación desgajada de la isla, y aquella visión favorable que Rosa María despertó en mí desde sus primeras apariciones públicas, se convirtió en certeza de que ella es la mejor heredera del legado de Oswaldo.
 “Ninguna muerte es necesaria”, respondió Rosa María Payá cuando un periodista le preguntara si había sido necesario que Oswaldo muriera para que su pensamiento, que fue y sigue siendo atacado por algunos sectores, se valorara en su justa dimensión. Y con ello demostró, y en mí ratificó,  la dirección hacia la luz y hacia la vida que impulsa al Movimiento Cristiano Liberación en su camino hacia la reconciliación nacional.
Tanto la pregunta como la respuesta me retrotrajeron a los días angustiosos en que, por desconocimiento, incomprensión o  banal protagonismo, Oswaldo, sin queja y sin rencores, padecía la soledad de los grandes. “Cual un monstruo de crímenes cargado, todo el que lleva luz se queda solo” pensé recordando al mejor de los discípulos de Varela y puse mi atención en el legado político conque Oswaldo armó a su hija. La escuché sin la unción de un feligrés pero con la cautela de un investigador de laboratorio.
Delante de mí había una mujer muy joven pero una política muy madura. Moderación, aplomo, firmeza, confianza, sabiduría emanaban de ella. Hubo preguntas escabrosas, capciosas, cómplices y hasta oportunistas, pero ninguna logró sorprenderla, sobresaltarla, descarrilarla. Una leve sonrisa y unos segundos para organizar el pensamiento y elegir las palabras más sencilla conque se explica lo más complejo, le bastaban para satisfacer al interpelante y, en muchas ocasiones, arrancar aplausos de quienes, desde un silencio respetuoso y hambriento de respuestas sin imposturas, la escuchaban.
Oírla, sin necesidad de intérpretes ni analistas, me obligó a compararla, aunque todas las comparaciones me resulten odiosas, pero sabiendo que la analogía es la base del entendimiento y el conocimiento. La comparé. No lo niego. Pero la comparé con un parangón a su altura. La comparé con su padre biológico, espiritual y político. La comparé con Oswaldo Payá Sardiñas y, en resumen, concluí que era una versión ampliada, corregida y sin erratas de su padre. Y eso me hizo sonreír ante la frase cursi que callé frente al poeta Regís Iglesia, pero que ahora digo: en Cuba, con ella, habrá otra primavera desbordada de Rosas.

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