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miércoles, 13 de febrero de 2013

Embarazo

Anoche me acosté con la extraña sensación de no saber cuál era a ciencia cierta “el estado de la Unión”. ¿De espanto? ¿De alarma? ¿De zozobra? ¿De incertidumbre? ¿De delirio? ¿De desvarío? ¿De estancamiento? ¿De bonanza? ¿De retroacción?

Los discursos no me aclararon mucho. El de Barack Obama muy, pero muy populista. Cualquier presidente latinoamericano se lo habría comprado a buen precio. El de Marco Rubio muy, pero muy melodramático. Cualquier cadena de televisión se lo hubiera pedido como argumento para un culebrón.

Y es que la política parece, cada día más, irse convirtiendo en un ejercicio tartuferino en el que la oratoria y el carisma se sobreponen a la probidad, la capacidad, la transparencia, la vocación de servicio y el equilibrio negociador.

Sobran las promesas y escasea la objetividad. Obama promete que el futuro parirá una reforma migratoria, tan esperada como un bebé en una pareja con dificultades de fertilidad, promete que el porvenir parirá el cese de las guerras, promete un sistema educacional más asequible para niños y jóvenes, promete un ostensible crecimiento de empleos, promete un muy necesario control de armas en manos inadecuadas, un planeta más azulito y limpio, promete, en fin, todo lo que prometió en su primer mandato y, que por razones muy escabrosas y debatibles, quedaron inconclusas. Pero su oratoria perfilada y su carisma a prueba de reelección bastan.

Rubio, diríase también carismático y no muy mal orador, pero con menos fogueo en las lides de los pesos pesados, también pródigo en promesas. Las cuales no se apartan mucho de las vertidas por el presidente. Sólo que en él “el sueño americano”, en vez de la obreriada obamista, es hijo del fortalecimiento de la clase media.

Claro que postfordimos, tecnologización, globalización y corporativización son palabras muy gordas para la masa electoral y es mejor hablar de aumento del salario mínimo o echar mano a la filosofía de timbiriches, sin apuntar que a los tres meses los salarios no alcanzarán ante el alza de los precios y las “empresitas soñadoras” quebrarán ante el empuje de las grandes corporaciones, para que “la multitud” no ya “el proletariado” entienda, sueñe y, sobre todo, vote.

Y ante tantas promesas de futuro, tanto discurso lindo, tanto carisma derrochado, hoy me levanté con la certeza de que el “estado de la Unión” es de embarazo. El porvenir parirá, no puedo precisar si por parto natural o por cesárea, todo lo que necesitamos ahora mismo, aunque haya que esperar unos añitos. Pero eso es bobería. No hay que ver el presente, el presente es un río que fluye y se nos vuelve pasado, sin que nos demos cuenta, mientras esperamos un futuro que también se irá, como el río.

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