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lunes, 8 de octubre de 2012

Sigue habiendo un camino

He amanecido enfermo. Gripe y fiebre. Doble fiebre. Por el catarro y por la tristeza. Tristeza, sí. Así de simple. Venezuela ha vuelto a caer. No puedo evitar la tristeza. Tampoco puedo ser un hipócrita y negarlo. Nunca he podido. Que se burlen quienes crean no haberla padecido. Yo la asumo. Y si negara mi tristeza estaría como negándome a mí mismo, valga el pleonasmo.

Estoy triste. Pero no siempre estoy triste. No niego que estuve alegre, muy alegre; esperanzado, muy esperanzado. El ímpetu, el vigor, el entusiasmo, la confianza de Henrique Capriles me contagiaba. Veía el camino abierto y mucha gente recorriéndolo. Creía realmente que Venezuela había despertado del embobecimiento populista y que esta vez no habría retorno a las tinieblas del discurso grotesco y la acción despótica. Veía al pueblo entero desbordando la senda de Capriles y de una oposición inteligente que se había sobrepuesto a las diferencias para unirse.

Fue quizás un sueño. Un idilio. Vislumbraba  también las trapisondas, la posibilidad del fraude desde el poder. La tasa de natalidad no es proporcional al crecimiento de los registros electorales. Y una buena suma de votos computarizados son posibles por medio de la manipulación virtual. Pero, ¿qué haría yo sin mis credulidades, sin mis ensoñaciones?

Algunos afirman que cada pueblo merece al gobernante que tiene. Pero yo creo, sinceramente, que los 6 millones 151 mil 544 venezolanos (más de los habitantes que tenía Cuba al arribo de Fidel Castro) que votaron por Henrique Capriles no merecen otros 6 años de gobierno chavista.

Del mismo modo creo que ni siquiera los ¿7 millones 444 mil 082? (2 millones pueden ser posibles por una reserva de votos manipulados por los especialistas en programación cibernética e informática que envió Cuba a Venezuela para crear la base de datos de electores, y ello dejaría a Chávez con solo 5 millones 444mil 082, y pondría a Capriles -como pronosticaron algunos expertos- con 1 millón de votos por encima ) que eligieron a Hugo Chávez merezcan 6 años más de colectivismo, violencia, inseguridad, despilfarro y pobreza maquillada con limosnas clientelistas.

Para mi los únicos que lo merecen son los casi 6 millones (más bien 4) de electores que no asistieron a ejercer su derecho. La indiferencia, la incuria, la indolencia, aunque se afirme algunas veces que todos los políticos provienen de la misma cepa, son siempre una culpa que se debe purgar, y se purga precisamente padeciendo a quien, a lo mejor, detestamos.

La democracia no es otra cosa que poder elegir. Ese es el gran derecho. Quien lo malbarata no sabe cuanto pierde. Bienaventurados aquello que pueden elegir. Malhadados quienes desperdician la oportunidad. Los cubanos: Sísifos y Prometos a la vez cargamos aún el basalto de una pesada dictadura por haber regalado el fuego de ese gran derecho, y hemos malgastado más de medio siglo sin poder ejercerlo. Venezuela aún tiene 19 millones (diríase 17) de votantes.

Dios quiera los abrojos de la indolencia no sellen en Venezuela la clara serventía que Henrique Capriles ha mostrado y abierto. Dios quiera que ningún radicalismo autoritarista despoje a esos 19 (17)  millones de electores de su derecho a ejercer el sufragio. Dios quiera se cumplan las promesas de diálogo entre contrapartes. Sigue habiendo un camino. Si los casi 6 millones de indiferentes se sacuden la pereza y se unen a los más de 6 millones que votaron por Henrique Capriles, la luz aún es posible.

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