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domingo, 14 de octubre de 2012

Pero me falta Laura


Ha pasado un año y todavía resuena en mi memoria el mensaje fatal. Vino de Cuba. Lo firmaba Yoani Sánchez. Fue como un trueno. Me fulminó. Decía: “Laura Pollán acaba de fallecer”. Me resistí a creerlo. Pero era tan real como la lluvia que barría La Habana aquel 14 de octubre de 2011.

Desde entonces le echo mucho de menos. Pudiera idealizar. Decir que está presente, que su obra la hizo inmortal, que forma parte de la historia: vana palabrería que en nada me consuela.

Yo sé que allá, ahora mismo, está Berta Soler al frente, que las Damas de Blanco son una realidad en el asfixiado paisaje nacional, pero me falta Laura.

Podría decir que para Héctor Maseda la ausencia es más terrible, que para Laurita el dolor es más fuerte, que para Alejandro, el nieto que vi crecer aferrado a su falda, la orfandad es más honda, pero mi ausencia, mi orfandad y mi dolor son mios, únicos, particulares y me duelen como a nadie porque cada quien padece a su modo.

Laura no me contestará otra vez al teléfono. Laura no volverá a reir con mis chistes de alumno descarriado. Me falta Laura. Me falta su voz y me falta su risa. Y esa ausencia es mía, no puedo compartirla ni calmarla.

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