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lunes, 29 de octubre de 2012

De infarto o disentería


La relección en Estados Unidos ha sido, y es, un premio a la buena gestión de sus presidentes. El pueblo ha depositado una y otra vez su confianza en aquel que ha hecho –sin que quepa lugar a dudas- prosperar a la nación, brindado bienestar al ciudadano y velado con celo por la seguridad del país.

Estados Unidos ha tenido 44 presidentes. 2 Federalistas, 6 Demócratas/republicanos, 4 Whig, y si consideramos a los Demócratas/republicanos como Demócratas y a los Whig como Republicanos, tendríamos que hasta la actualidad, 24 serían Demócratas y 18 Republicanos.

De los 18 presidentes Republicanos 9 han sido reelectos, mientras, de los 24 Demócratas lo han sido 10, para un total de 19 presidentes reelectos en gestiones consecutivas, excepto Grove Clevelad que lo fue pero no en mandatos inmediatos.

Lo común entre ellos es que su reeleción se debió a la excelente gestión que desarrollaron durante su primer mandato. Sólo, como un caso excepcional, Franklin D. Roosevelt resultó electo 3 veces consecutivas y murió muy afectado por la poliomielitis mientras ejercía su cuarto mandato.

Por supuesto que no haré un recuento de cuáles fueron las ventajas económicas, políticas y sociales que aportó cada presidente reelegido a la nación porque eso sería la de nunca acabar. Pero pondré dos ejemplos muy latentes aún en la memoria de los estadounidenses: Ronald Reagan y Bill Clinton. Fue tal su desempeño en el primer mandato que las cifras de aceptación popular para un segundo período de gobierno eran imbatibles.

La reelección presidencial inmediata tiene sus pros y sus contras. Es buena porque los programas pueden gozar de más tiempo para concretarse pero tiene la desventaja de que los errores también pueden agravarse. Tiene la desventaja de que los adversarios políticos luchan desde abajo mientras el presidente en funciones aprovecha su posición para hacerse propaganda desde el poder. Y para el titular tiene la desventaja de que los adversarios políticos sacan dividendos de los errores cometidos en su gestión y más aún si en el tiempo de la reelección su popularidad disminuye por asuntos políticos, económicos, sociales, de relaciones exteriores u otros.

Ello viene a cuento por el resultado que arrojan las últimas encuestas sobre la presente campaña electoral. El titular demócrata Barack Obama y el candidato republicano Mitt Romney están parejos con una intención de voto popular del 49 % para cada uno, aunque Obama gozaría de cierta ventaja en el voto electoral.

Ello, naturalmente, lleva una pequeña reflexión. Cuando un ciudadano vota por su candidato a presidente, está realmente instruyendo al Colegio Electoral de su estado hacia dónde debe ser dirigido su voto. Por ejemplo, si un ciudadano deposita su papeleta por el candidato del partido republicano, realmente esta persona está ordenando al "elector" de su estado para que vote por ese candidato en la reunión de electores, lo mismo en el caso demócrata. O lo que es lo mismo, quien gane el voto popular en un determinado estado, conseguirá el respaldo de "los electores" y, por tanto, los votos estatales a ese candidato y su partido.

De darse el caso de que ninguno de los candidatos obtenga más de 270 votos electorales, la Duodécima Enmienda a la Constitución entra a regir y el Congreso decide quien será el nuevo presidente. La combinación de congresistas de cada estado tiene derecho a un voto por estado y una mayoría simple de estados da un ganador.

Para que esto, más o menos, se entienda es bueno recordar, por ejemplo, que California cuenta con 55 votos electorales; Texas con 38, Nueva York con 29, Florida con 29, Pensilvania con 20, Illinois con 20, Ohio con 18, Michigan con 16, Georgia con 16, Nueva Jersey 14, Washington con 12 y el Distrito de Columbia 3. Ganando solamente estos votos electorales el candidato ya obtendría los 270 que necesita para instalarse en la Casa Blanca. Pero, como he dicho antes, esos votos electorales dependen de los votos populares. Hay que ganar primero el voto popular para obtener después el voto electoral. Y ahí es donde la contienda se ha apretado mucho para Barack Obama, quien ha ido viendo declinar progresivamente su aceptación popular, mientras la de Mitt Romney se ha ido fortaleciendo.

En Estados Unidos, la mayoría de los estados vota en bloque por republicanos o demócratas, y ello es casi una tradición. Solamente un grupo de estado puede resultar pendular y se lleva más por los méritos o los desaciertos de los candidatos, y estos estados, a los que se ha dado en llamar “bisagras” son los que definen el resultado final.

Para estas elecciones se perfilan como decisivos New Hampshire, Virginia, Florida, Ohio, Wisconsin. Iowa, Colorado, Nevada y Carolina del Norte, y los sondeos nacionales sitúan a Mitt Romney por delante en el voto popular, aunque Obama muestra una muy poca ventaja en la zona del Medio Oeste. Así que por la vislumbre, este martes 6 de noviembre, puede resultar de infarto o disentería.



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